Este blog forma parte del proyecto ”Crónicas imaginarias de una hecatombe Real” el cual se realizara dentro del marco del curso de Redacción Universitaria de la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, división Ciencias Sociales y Humanidades, departamento de Humanidades.

domingo, 13 de noviembre de 2011

De la nada a la nada

La luz tenue de la mañana se deslizaba por los tejados vecinos e insinuaba su llegada a mi casa. No quería despertarme, pero lo hice. Hoy comienza un nuevo día. Permanecí  en aquella cama incomoda una hora percibiendo la estrechez de la habitación. Los minutos caían en el suelo formando un charco de horas perdidas. Las nueve de la mañana, las diez, las once… Nada tenía sentido en aquel reducido espacio.
La soledad se convirtió en mi marca, una dolencia grave y sin ningún tipo de cura. Se me manifestó desde que nací y fue creciendo hasta adueñarse de mí. Estaba cansada de arrastrar a mi yo. Cada vez dormía menos, y el frio continuaba azotando mis días; se metía en los agujeros de mi alma y congelaba sin misericordia los incipientes brotes de esperanza que comenzaban a germinar. Era una cosecha muerta antes de madurar.

Ya estaba cansada de la vida. Tenía al mundo entero  en mi contra. La única solución posible a todo este problema era la muerte. Pero quizá me estaba apresurando en esta decisión, ya que antes debía de analizar todo lo que hice de mi vida.

Empecé por recordar mi niñez, y los momentos maravillosos que pase con mi madre. En donde no importaba tanto lo material porque la tenía a ella. Había recuerdos que no sabía que existieran.
Uno de ellos suena en mi mente cuando le preguntaba en la oscuridad de la noche.

- Mamá, ¿Por qué se muere todo?
- Porque el paso del tiempo estropea las cosas.
-¿Nos vamos a morir?

-Un día; pero a ti te queda mucho tiempo.

-Si tú murieras, yo querría morir contigo.

-No digas tonterías. Tu obligación es seguir viviendo; la vida tiene preparadas cosas muy bellas para ti.

-Mamá…, Tengo miedo de que te mueras.
-Pero todavía no moriré.

-Y sí te mueres ¿Me darías un jarabe para que no duela la muerte?
-Me temo que no existe ningún medicamento que cure ese dolor

Ahora comprendo que estaba en lo cierto. No hay cura existente que desaparezca el dolor.
En nuestros primeros años de vida no entendemos nada. Pero con el transcurso de los años intentamos entender el porqué de las cosas haciendo miles de preguntas. Como lo hacía yo cuando tenía cinco años, ya que siempre estaba preguntándolo todo.

Mamá, si no quiero crecer, ¿Puedo no hacerlo?
Mamá, ¿Por qué no puedo decir que no me quiero morir?

Mamá, ¿Quién invento el dolor?
Mamá, ¿Por qué la gente es mala?

Mamá, ¿Por qué tengo que estudiar matemáticas?
Mamá, ¿Por qué los perros no hablan?

Mamá, ¿Por qué a los pobres nadie los quiere?
Después de  pensar en aquella vida y terminar de analizar mi pasado llegué a la conclusión de que el 95 por ciento de mi vida vivida fue un absoluto desperdicio. Un momento a la mediocridad estática del ser y del estar. Había quemado mis mejores años buscando una sabiduría que a nadie interesaba, ni siquiera a mí misma. Tratar de comprender lo incomprensible me había llevado a gastar mi existencia. Finalmente reconocí que la felicidad no había sido para mí.

No quería estar en el mundo, pero tampoco quería marcharme. Así de estúpido era el ser humano; así de estúpida era yo. Renegaba de la vida y sin embargo estaba casi segura de que si por alguna circunstancia me dieran a elegir entre vivir o morir, elegiría vivir.
(Final)

No hay comentarios:

Publicar un comentario