Tantas horas
perdidas tratando de explicarme y entenderme...
Necesito dormir. Quizá
durmiendo, alguna pesadilla se apiada de mí mandando a un monstruo que me
trague. Que me haga desaparecer de la cama, y de la vida. Nadie se enteraría, a
nadie le dolería. Una
pesadilla es algo de lo que puedes despertar, pero mi vida no era ni una pesadilla ni un sueño. Esta era la realidad que me arrastraba todos los días, la
cual me convertía en un ser invisible al mundo. El dolor volvía y todo el esfuerzo por avanzar se venía abajo.
Supongo que dormí algo esa
noche, pero no recuerdo haber cerrado los ojos. Ni siquiera recuerdo que
respirara. Da igual los años que hayan pasado desde esa noche, ya que mi vida
sigue siendo igual de difícil ahora.
Lo único que me
quedaba era matarme. Era la única idea
que pasaba por mi mente. Matarme, siete
letras que también significaban diluirse, esfumarse, desvanecerse y evaporarse. Estaba dispuesta a renunciar a
todo y a mí misma. No tenía fuerzas de
nada.
La vida era tan
complicada que no podía entenderla. Después de tanto pensar decidí que no me conectaría a la máquina que
me mantenía con vida. Estaba muy convencida de terminar con esta vida llena de
soledad.
Me recosté en mi
cama y me dormí sin conectarme a la máquina. Estaba haciendo algo bien por
primera vez. No estaba triste, porque el
dolor iba a desaparecer. Ya no habría sufrimiento.
No pasó mucho
tiempo cuando mi alma se separó de mi
cuerpo inerte.
Llevo tres horas
muerta y todavía nadie se ha enterado. Nunca me había visto así, tan tranquila
y tan quieta. Se podría decir que fui una hermosa joven y bella doncella
que no entendió la vida.
No me dolió. He de
decir que los primeros minutos fueron incomodos y angustiosos. El corazón empezó
a irme muy deprisa, y de repente se paró. Después todo fue fácil. Ahora que ya
no estoy el mundo estará mejor sin mí.
La muerte me ha
regalado una palidez nívea que hace juego con las sabanas.Final