Este blog forma parte del proyecto ”Crónicas imaginarias de una hecatombe Real” el cual se realizara dentro del marco del curso de Redacción Universitaria de la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, división Ciencias Sociales y Humanidades, departamento de Humanidades.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Todo continuaba en su lugar; todo menos mi alma

Mi vida fue un círculo vicioso que abría y cerraba cada día como una marioneta desmanejada; sin hilos que me levantaran cada mañana ni me durmieran cada noche; sin palabras que decir  ni argumentos que interpretar, en un escenario miserable de butacas vacías y aplausos mudos. Estaba muy triste y no tenía  ganas de nada. Me sentía desconsolada y huérfana.
Tantas horas perdidas tratando de explicarme y entenderme...
Necesito dormir. Quizá durmiendo, alguna pesadilla se apiada de mí mandando a un monstruo que me trague. Que me haga desaparecer de la cama, y de la vida. Nadie se enteraría, a nadie le dolería. Una pesadilla es algo de lo que puedes despertar, pero mi vida no era ni una pesadilla ni un sueño. Esta era la realidad que me arrastraba todos los días, la cual me convertía en un ser invisible al mundo. El dolor volvía  y todo el esfuerzo por avanzar se venía abajo.  
Supongo que dormí algo esa noche, pero no recuerdo haber cerrado los ojos. Ni siquiera recuerdo que respirara. Da igual los años que hayan pasado desde esa noche, ya que mi vida sigue siendo igual de difícil ahora.

Lo único que me quedaba era matarme. Era la única  idea que pasaba por mi mente. Matarme, siete letras que también significaban diluirse, esfumarse, desvanecerse y evaporarse. Estaba dispuesta a renunciar a todo y a mí misma.  No tenía fuerzas de nada.
La vida era tan complicada que no podía entenderla. Después de tanto pensar  decidí que no me conectaría a la máquina que me mantenía con vida. Estaba muy convencida de terminar con esta vida llena de soledad.
Me recosté en mi cama y me dormí sin conectarme a la máquina. Estaba haciendo algo bien por primera vez. No estaba triste, porque el dolor iba a desaparecer. Ya no habría sufrimiento.

No pasó mucho tiempo cuando mi alma  se separó de mi cuerpo inerte.
Llevo tres horas muerta y todavía nadie se ha enterado. Nunca me había visto así, tan tranquila y tan quieta. Se podría decir que fui una hermosa joven y bella doncella que no entendió la vida.

No me dolió. He de decir que los primeros minutos fueron incomodos y angustiosos. El corazón empezó a irme muy deprisa, y de repente se paró. Después todo fue fácil. Ahora que ya no estoy  el mundo estará mejor sin mí.
La muerte me ha regalado una palidez nívea que hace juego con las sabanas.

Final



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